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29 de septiembre: Día de Concientización sobre la Pérdida y el Desperdicio de Alimentos.

Cada año, casi un tercio de los alimentos producidos en el mundo nunca llega a nuestros platos ; se pierden o se desperdician a lo largo de la cadena alimentaria. Esta paradoja resulta aún más impactante si tenemos en cuenta que cientos de millones de personas aún padecen hambre en el planeta. En 2022, se estimó que 783 millones de personas estaban desnutridas , a pesar de que ese mismo año se desperdiciaron más de mil millones de toneladas de alimentos.

El 29 de septiembre ha sido proclamado por las Naciones Unidas como el Día Internacional de Concienciación sobre la Pérdida y el Desperdicio de Alimentos para concienciar al público sobre la magnitud del desperdicio de alimentos y promover acciones concretas para abordarlo. En este artículo, explicamos las razones de la creación de este día mundial, las cifras clave del desperdicio de alimentos, sus impactos ambientales, económicos y sociales, y las soluciones, desde la ciudadanía hasta las comunidades, para actuar a diario. Peladuras de verduras y restos de comida destinados al compost o a la basura: cada día, toneladas de alimentos aún comestibles terminan en la basura, de ahí la urgencia de concienciar sobre el desperdicio de alimentos.

¿Por qué un Día Internacional contra el Desperdicio de Alimentos?

Establecido por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2019, responde a la creciente preocupación por la magnitud del desperdicio de alimentos y sus consecuencias. A nivel mundial, alrededor del 13 % de los alimentos producidos se pierde incluso antes de llegar a los comercios (durante la cosecha, el almacenamiento y el transporte), y entre el 17 % y el 19 % de la producción total de alimentos se desperdicia en comercios minoristas, restaurantes y hogares.

Para dar un ejemplo concreto: en Europa, se estima que una persona promedio desperdicia 173 kg de alimentos al año , muchos de los cuales son evitables. Estas pocas cifras muestran la magnitud del desafío y explican la necesidad de un día mundial dedicado a este problema: se trata de concienciar sobre la urgente necesidad de actuar a todos los niveles, desde el campo hasta la mesa.

Un desastre ambiental invisible

Más allá del desperdicio de alimentos, la pérdida y el desperdicio de alimentos imponen una carga ecológica considerable . Producir alimentos que nunca se comerán utiliza enormes recursos naturales para nada: tierras agrícolas (alrededor del 30% de la tierra cultivable se utiliza para cultivar alimentos que se desperdiciarán), cantidades astronómicas de agua dulce, energía, fertilizantes y horas de trabajo... Todo esto para terminar en la basura. El desperdicio de alimentos también contribuye significativamente al cambio climático : se estima que la pérdida y el desperdicio de alimentos generan entre el 8 y el 10% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. Si el desperdicio de alimentos fuera un país, sería uno de los tres mayores emisores de CO₂ , detrás de China y Estados Unidos. En los vertederos, los alimentos en descomposición emiten metano, un gas de efecto invernadero particularmente potente. A modo de comparación, la contaminación por desperdicio de alimentos representa casi cinco veces las emisiones de todo el tráfico aéreo mundial. Finalmente, este desperdicio de alimentos agrava la degradación de la biodiversidad : para nada, habremos agotado el suelo, pescado en los océanos o talado los bosques para producir estos alimentos que finalmente no se comen. Por lo tanto, la reducción del desperdicio de alimentos parece ser una palanca esencial para proteger el planeta: es una solución climática en sí misma, que cada país y cada comunidad puede adoptar para reducir su huella ecológica.

Un enorme desperdicio económico

Tirar comida también significa tirar dinero . El impacto económico del desperdicio de alimentos se estima en cientos de miles de millones de dólares perdidos cada año. La ONU estima que el valor de los alimentos desperdiciados es de aproximadamente $750 mil millones por año (sin contar los impactos ambientales, que son más difíciles de monetizar). Para los productores, significa cultivos perdidos; para las empresas alimentarias y distribuidores, significa inversiones, tiempo y energía desperdiciadas; para los consumidores, significa dinero gastado en alimentos que terminarán en la basura. A nivel nacional, este desperdicio de alimentos pesa sobre la economía y la seguridad alimentaria . Las pérdidas reducen la oferta de alimentos disponibles en el mercado, lo que puede contribuir a precios más altos. A su vez, esto afecta el poder adquisitivo de los hogares y el acceso de los más pobres a alimentos suficientes. Reducir a la mitad el desperdicio mundial de alimentos para 2030 es uno de los objetivos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) (meta 12.3 de la Agenda 2030). Alcanzar este objetivo generaría enormes ahorros y liberaría recursos para combatir de manera más efectiva el hambre mundial.

Consecuencias sociales significativas

Desde una perspectiva social y humanitaria, el desperdicio de alimentos es un escándalo moral . Cada porción de comida tirada a la basura representa una comida que podría haber alimentado a alguien necesitado. Sin embargo, incluso hoy, millones de familias en todo el mundo sufren desnutrición o inseguridad alimentaria.

Reducir el desperdicio de alimentos por sí solo no bastaría para erradicar el hambre, un problema complejo, pero podría contribuir significativamente al aumentar la disponibilidad de alimentos donde escasean. Por ejemplo, se ha calculado que con solo ahorrar una cuarta parte de todos los alimentos que se desperdician en todo el mundo se podría alimentar a unos 870 millones de personas, más que suficiente para eliminar el hambre actual. El desperdicio de alimentos también revela desigualdades : en los países ricos, tiramos comida porque producimos y consumimos más de lo necesario, mientras que en otras regiones, comunidades enteras carecen de lo necesario. es una cuestión de equidad y justicia social . Finalmente, incluso a nivel local, el desperdicio de alimentos tiene consecuencias sociales: por ejemplo, los alimentos no vendidos podrían beneficiar a asociaciones que ayudan a los más necesitados. Consciente de ello, Francia fue pionera con la ley Garot de 2016, que prohíbe a los supermercados tirar alimentos comestibles y les exige firmar acuerdos de donación con organizaciones benéficas para redistribuir estos artículos no vendidos.

Este tipo de iniciativa legislativa, que se está implementando en otros países, demuestra que es posible movilizar la solidaridad para transformar los residuos en un recurso útil para los más desfavorecidos. En resumen, combatir el desperdicio de alimentos no solo protege el medio ambiente y la economía, sino que también fortalece la solidaridad y contribuye a garantizar que un día nadie pase hambre por falta de acceso a los alimentos.

Actuar a todos los niveles: soluciones para todos

Buenas noticias: cada uno de nosotros puede contribuir a la lucha contra el desperdicio de alimentos, y están surgiendo soluciones en cada etapa de la cadena. Aquí hay algunas acciones concretas disponibles para ciudadanos , empresas y comunidades :

    • Ciudadanos (en casa): Todos podemos adoptar simples medidas antidesperdicio en nuestra vida diaria. Por ejemplo, planificar mejor la compra y las comidas para comprar solo lo necesario, aprender a cocinar las sobras y aprovechar lo que queda en el refrigerador, comprender las fechas de caducidad (¡consumir preferentemente antes de! no significa que el alimento ya no esté en buen estado después de esa fecha!), almacenar los alimentos adecuadamente (refrigerarlos, congelarlos) para prolongar su frescura, o aceptar el consumo de frutas y verduras "feas" pero igual de sabrosas. Cada acción cuenta: servir porciones más pequeñas para evitar tirar lo que no se come, compostar las cáscaras y los residuos orgánicos, o donar productos que no consumiremos (a vecinos, amigos o a través de aplicaciones de donación de alimentos) son formas sencillas de reducir el desperdicio en el hogar. Al cambiar nuestros hábitos de consumo, también enviamos una señal a otros actores de la cadena alimentaria.

    • Empresas (producción, distribución y catering) : Los profesionales desempeñan un papel clave en la reducción de pérdidas a lo largo de la cadena. En la agricultura, esto implica mejores técnicas de cosecha y almacenamiento para evitar que los productos se pierdan antes de llegar al mercado. En la industria alimentaria y la gran distribución, optimizar la gestión de inventarios y logística ayuda a minimizar los artículos no vendidos; varias marcas instalan estantes o cestas con descuentos al final del día para liquidar los alimentos próximos a su fecha de caducidad. Los supermercados, por su parte, pueden colaborar con los bancos de alimentos para donar los artículos no vendidos cada día en lugar de tirarlos (como exige la ley en Francia). En el sector de la restauración (restaurantes, cantinas, hoteles, etc.), están surgiendo muchas iniciativas: ajustar el tamaño de las raciones servidas, ofrecer a los clientes la opción de llevarse las sobras (bolsas para llevar) o medir y analizar el desperdicio de alimentos para identificar dónde se pueden tomar medidas. Las nuevas tecnologías están dando un impulso positivo: aplicaciones móviles que conectan a las personas para recoger los artículos no vendidos a precios bajos (como TooGoodToGo, Phenix, etc.), o equipos de cocina conectados que rastrean en tiempo real qué se desperdicia y, por lo tanto, adaptan los pedidos y los menús. Estas innovaciones ayudan a las empresas a comprender mejor sus residuos y a gestionarlos de forma específica, a la vez que ahorran dinero.

    • Comunidades y autoridades públicas : Las autoridades locales (ayuntamientos, regiones) y los estados pueden crear un entorno propicio para reducir los residuos. Esto implica campañas de concienciación (por ejemplo, en escuelas y colegios, a través de programas educativos sobre alimentos sostenibles) para inculcar buenas prácticas desde una edad temprana. Los municipios pueden fomentar u organizar eventos antidesperdicio: talleres de cocina con sobras, banquetes solidarios con artículos no vendidos, concursos antidesperdicio en los comedores escolares, etc. Las autoridades públicas también tienen la capacidad de fomentar o imponer ciertas medidas: por ejemplo, introducir la clasificación y la recogida separada de biorresiduos (residuos de cocina) para que puedan usarse como compost o biogás en lugar de enviarse al vertedero, o establecer subsidios y recompensas para minoristas y restauradores que sean ejemplares en la lucha contra el desperdicio. Leyes como la adoptada en Francia en 2016 pueden replicarse en otros lugares para obligar a los supermercados a redistribuir los productos no vendidos a organizaciones benéficas . A nivel internacional, se anima a los gobiernos a establecer objetivos de reducción de residuos alineados con los ODS y a compartir las mejores prácticas. Finalmente, las autoridades locales pueden apoyar la innovación y los proyectos locales: ayudando a crear plataformas de donación de alimentos, apoyando tiendas de alimentación solidarias o financiando estudios para comprender el desperdicio en su zona. En resumen, los responsables de la toma de decisiones públicas tienen el poder de atraer a toda la sociedad a un círculo virtuoso donde resulta más fácil y natural no desperdiciar.

Concientizar para cambiar mejor los comportamientos

Como podemos ver, existen soluciones técnicas y buenas prácticas; sin embargo, nada cambiará en profundidad sin un cambio de mentalidad. Aquí es donde la concienciación . Al hablar abiertamente sobre el desperdicio de alimentos y sus consecuencias, rompemos el tabú del "usar y tirar" y concientizamos a todos sobre el valor de los alimentos. El Día Internacional de Concienciación sobre la Pérdida y el Desperdicio de Alimentos, que se celebra cada 29 de septiembre, desempeña un papel crucial en este sentido. En todo el mundo, este día es una oportunidad para sensibilizar a la población general mediante campañas de comunicación, conferencias, talleres educativos y acciones solidarias.

Los medios de comunicación informan al respecto, las escuelas organizan actividades especiales, las empresas comunican sus compromisos, los ciudadanos comparten consejos y recetas contra el desperdicio... Este enfoque anual destaca las iniciativas positivas y celebra el progreso logrado, a la vez que nos recuerda cuánto nos queda por recorrer. Sobre todo, la concienciación constante, no solo el 29 de septiembre, sino durante todo el año, es esencial para afianzar nuevos hábitos. Cambiar nuestros comportamientos hacia la comida requiere tiempo y esfuerzos de información. Por ejemplo, esto implica enseñar a los consumidores a diferenciar entre la fecha de caducidad (más allá de la cual un alimento puede presentar un peligro) y la fecha de durabilidad mínima (después de la cual un producto sigue siendo comestible aunque pueda perder parte de su calidad): esta educación ayudaría a evitar una gran parte del desperdicio doméstico debido a productos desechados erróneamente. Del mismo modo, promover socialmente los comportamientos contra el desperdicio (felicitar al comensal que termina su plato, promover la imagen del chef que utiliza todas las partes de un ingrediente, etc.) ayuda a cambiar la norma social . En resumen, concienciar significa hacer que la gente quiera actuar . Cuanto más comprendan las personas el impacto de sus acciones y los beneficios de comer sin desperdicio, más motivadas estarán a adoptar acciones responsables y a exigir cambios a mayor escala.

Hacia un futuro sin residuos: innovando y comprometiéndonos juntos

La lucha contra el desperdicio de alimentos es un desafío social, pero también una gran oportunidad para construir un sistema alimentario más sostenible, inclusivo y eficiente. Al reducir nuestras pérdidas, podríamos alimentar mejor a la población mundial, aliviar la presión sobre los ecosistemas y el clima, y ​​lograr ahorros significativos. Esta es una lucha que otorga a todos un papel: del campo a la mesa, cada eslabón de la cadena puede aportar su granito de arena. El impulso está cobrando fuerza en todas partes: los ciudadanos inventan nuevas recetas antidesperdicio y comparten sus consejos, las startups desarrollan tecnologías para optimizar la gestión de los alimentos, los agricultores y distribuidores replantean sus prácticas, y los gobiernos establecen ambiciosas hojas de ruta para acabar con el desperdicio. Si bien aún queda mucho por hacer para alcanzar el objetivo de la ONU de reducir el desperdicio de alimentos en un 50 % para 2030 (ODS 12.3), el progreso es tangible. Sobre todo, observamos una creciente concienciación: desperdiciar menos se está convirtiendo en un valor compartido, una especie de "nueva cortesía" hacia el planeta y la humanidad. Al cambiar nuestra perspectiva sobre los alimentos, al respetar su verdadero valor, también estamos transformando nuestro modelo social hacia una mayor sostenibilidad. Finalmente, el auge de soluciones innovadoras trae esperanza. 

La última legislación adoptada por el Parlamento Europeo en septiembre de 2025 se inscribe en esta dinámica y establece ambiciosos objetivos vinculantes a nivel de la UE para reducir el desperdicio de alimentos de aquí a 2030. Cada Estado miembro deberá reducir el desperdicio en las etapas de procesamiento y fabricación en un 20 %, y en un 40 % en distribución y restauración, en comparación con 2020. Esta legislación representa un importante avance político y envía una señal contundente a los actores del sector agroalimentario, animándolos a acelerar su transición hacia prácticas más sostenibles. Se hace eco de los esfuerzos de empresas comprometidas como Kikleo, que ya ofrecen soluciones concretas para alcanzar estos ambiciosos objetivos y combatir eficazmente el desperdicio a diario.

Por ejemplo, en Kikleo , ofrecemos herramientas tecnológicas para ayudar a restaurantes y comedores a reducir sus desperdicios: gracias a básculas conectadas y a un control preciso de las pérdidas en la cocina, estos establecimientos pueden identificar dónde desperdician alimentos y tomar medidas específicas para mejorar la situación. Este tipo de iniciativa coincide con todo lo que hemos comentado: demuestra que cada uno puede actuar a su propio nivel y que, con creatividad, podemos transformar un problema en una oportunidad de progreso. (Para saber más sobre las soluciones de Kikleo, puede visitar su sitio web).

En este Día Internacional de Concienciación sobre la Pérdida y el Desperdicio de Alimentos, recordemos que cada pequeña contribución cuenta. Luchemos juntos contra el desperdicio de alimentos: por las personas, por el planeta y por las generaciones futuras. Como dice el lema de la ONU: "Detengamos el desperdicio de alimentos. Por las personas. Por el planeta". De nosotros depende hacer realidad este objetivo, paso a paso, plato a plato. Juntos, aprendamos a valorar cada pieza de pan y cada pieza de fruta, y construyamos un futuro donde no se produzcan más alimentos en vano. ¡ Juntos, acabemos con el desperdicio de alimentos!

 


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